Un pequeño cuento, sobre una pequeña serpiente...

Erase una vez, una pequeña serpiente que vivía en el bosque. Ella, como todas las serpientes, era muy solitaria, porque los demás animales le tenían miedo. Y era como para tenerlo. Ella siempre los espantaba con el sonido de su cola y sus ojos amarillos. Si alguien se le acercaba para hablarle, se ponía a la defensiva, mostraba sus colmillos, y el pobre animal amistoso se iba corriendo despavorido.
Pero un día, cuando la pequeña serpiente dormía sobre un árbol, llegó, saltando de rama en rama, un pequeño monito. El monito se asombró de ver a tal criatura, sin piernas ni brazos y con esa expresión tan linda en el rostro. El monito la observó durante largo rato, pero no aguantó la curiosidad de tocar la piel de la serpiente que brillaba bajo el sol. En ese instante la pequeña serpiente despertó y trató desesperadamente de ahuyentar al monito. Pero este no se movió. Estaba fascinado con los movimientos, los colores de la serpiente al moverse. Ella estaba ahora confundida. ‘ ¿Por qué este animalito no se asusta conmigo? Si yo soy tan mala’ y se lo preguntó al monito. El monito le respondió que la había visto mientras dormía, y le pareció un animal tan hermoso por fuera que quería saber como era en verdad. El no creía en todos esos rumores de que las serpientes son asesinas sin piedad, porque había visto el miedo en los ojos de la serpiente cuando despertó, y penso que si tenia miedo era porque estaba sola, sin amigos y sin nadie que la acompañara. Por eso el monito se quedó con la serpiente. Le enseñó a hacer amigos y a no tenerle miedo a la compañía.
Así fue que la serpiente por fin pudo ser feliz, junto a sus nuevos amigos del bosque aprendió muchas cosas y fue capaz de ayudarles y enseñarles todo lo que pudiera.