Soñé que tenía un tatuaje en mi tobillo, era asi como una espada y un dragón enrrollado en ella. Era un tatuaje precioso y me hacía sentir poderosa. Soñé que era una hermosa hechicera y deambulaba por el mundo conociendo y encantando sin fecha de término. Hombres y mujeres me seguían y se entregaban a mí sin pedir nada a cambio. Nunca hice caso, yo me debía solo a uno, mi maestro, ese inmortal fabuloso que me convirtió en lo que soy, pero que ahora está lejos. La distancia y el tiempo nos han separado y yo le fui fiel a su magia, a su encanto, a la maravilla de su inmortalidad. Pero es que los mortales tienen algo que no se compara con nosotros, ese miedo, esa intranquilidad frente a la muerte los hace tan irresistibles para mi como el mar bajo la luna llena. Su olor a vida, a sangre latente, tibia. Todo me fascina en los mortales y no pude evitar involucrarme con ellos.

Soñé que era una vampiresa y que traicionaba a mi maestro con un simple mortal. ¿Me perdonará? ¿Lo veré otra vez?