
...Tranquila querida, ya estoy aquí-
Mi éxtasis no podía ser mayor. Estaba volando, el calor huía de mí. Eran la 12 en punto de la noche. No podía estar mas despierta.
- quien eres- pregunté.
-¿acaso importa?- respondía su ‘atacante’ mientras la soltaba.
- pero, ¿Qué haces? ¡No me sueltes! Quédate conm…
Sus piernas no la sostenían. Ni un suspiro lograba salir de su boca. Sus fuerzas: desvanecidas. Su éxtasis: en el olvido. Ahora, solo tristeza. La más grande que puede haber sentido. Incluso mas grande que la que sintió ese día en la escuela…
- ven…no me…no m… me dejes… po…por favor- logro gemir.
-no te preocupes. Estoy aquí. Es solo una etapa. El siguiente paso es que bebas-
Descubrió su muñeca lentamente y con sus afiladas uñas abrió una hendidura en la piel, de la cual comenzó a manar la sangre. Él la tomó nuevamente en sus brazos y acerco el líquido a sus labios. Ella bebió. Primero despacio. Poco a poco fue sintiendo el sabor. Después de un rato se aferraba a él como una condenada. La sangre era tibia, deliciosa. Recuerdos venían a su mente, toda su vida mortal en unos segundos. Luego nada. Oscuridad. Éxtasis otra vez. La oscuridad abrazándola, amándola.
``ya no estoy sola. Ahora estoy contigo. OH tu cuerpo, tan fuerte, tu sangre, me llena, me acaricia hasta lo mas profundo de mi alma. Tómame soy tuya´´
Minutos después estaba tirada junto a su cama tras haber sido expulsada de ese refugio que significaba beber su sangre.
La sangre goteaba de su fina mano, esa hermosa mano, blanca como la misma luz. Él caminó hasta la silla que estaba al lado de la cama y la arrastró, lentamente, disfrutando del sonido de sus botas contra la madera del piso. Ese caminar casi forzado, que le recordaba su caminar, un día mortal. Paso a paso, llego al lado de la chimenea, un viejo armazón de piedra nunca utilizado por la familia, reemplazado por el aire acondicionado. Tomó asiento sin dejar de contemplar a la pequeña que yacía sobre la alfombra, alucinando, embriagada.
- Sabia que tendrías velas para mí- dijo él encendiendo una de las mechas sobre la chimenea, sin dejar la silla. Sus movimientos eran extrañamente lentos, tan armoniosos, tan calmos.
La luz inundó parte de la habitación. Solo entonces ella volteo hacia la chimenea. Ahí lo vio, su perfil iluminado era fantasmagórico, pero a la vez tan hermoso. Lagrimas asomaron el rostro de la joven. No podía creer lo que estaba viendo.
``y ahí esta él. Que sueño tan maravilloso. Pero no parece un sueño. Él se ve tan real, lo sentí… tan real. Que hermoso es. Su rostro. Su pelo dorado. Fino, elegante, varonil. Lo amo… déjame tocarte. Abrázame. Bebe de mí. Haz de mi lo que quieras. ´´
Con asombrosa agilidad se levantó. Su largo cabello cubrió los delicados hombros como una cascada de la noche. Sus ligeras piernas se movían hacia él. Estaba hipnotizada. Él se limitó a observarla. El codo en la rodilla, la mejilla sobre la mano empuñada. Los ojos, esos ojos grises y profundos, apuntando con deseo. La lengua roza los labios, los colmillos, esos blancos asesinos afilados.
Inmóvil se quedó, mientras ella acariciaba su pelo, su mejilla derecha, tan blanca y suave, tibia aun por la sangre. Y los dedos siguen su recorrido por los labios. Uno por uno, él siente su toque. Luego el cuello, la chaqueta siendo removida delicadamente, su pequeño rostro de mujer joven acercándose. Mejilla con mejilla, los labios en el cuello. La nada, él había desaparecido.
- No puedes beber de mi otra vez. Es suficiente por hoy.- estaba acostado en la cama. Observándola otra vez.
- Pero quiero más. Dame más. La necesito.- 10 años teniendo todo lo que quisiera la habían malcriado. Ahora no todo seria a su modo. Tenía alguien a quien obedecer, pero no lo sabia aun.
Siguió intentando robar un poco la sangre de su acompañante. Él entretenido, la esquivo durante un rato. Ninguno se cansaba. Hasta que a él se le agotó la paciencia. Estaba parado frente a la chimenea. Desde allí, flotó hasta su cuello y la arrastró hasta levantarla sobre su velador. Atrapada entre la pared y esas garras, que ya de finas manos no tenían nada. Eran las garras de un mounstro, haciendo juego con su horrible cara.
- No beberás esta noche. Ni una gota más.- Le dijo impactándola con esos ojos grises, fríos. Parecía que podría haberla matado solo con su mirada. Ella estaba inmovilizada, aterrorizada. Aun deseando el placer prohibido.
Sin soltarla, cortándole la respiración, la llevo escaleras abajo, hasta la cocina. Allí, de un manotazo retiró las cosas que habían sobre la antigua hoguera. Aun estaba negra por los fuegos medievales que ahí ardieron siglos atrás. Con lo que pareció solo un toque, derribó la pared de ladrillo que fondeaba la hoguera. Un pequeño salto, y ya estaban en un suelo distinto. Ya no eran las finas maderas que cubrían todo el castillo. Era piedra, fría y rugosa, de cientos de años. Caminó unos cuantos pasos, sintiendo como el cuarto se achicaba cada vez más, hasta la anchura de sus hombros, desembocando en una escalera de piedras desiguales. Bajó ahora sin hacer el más mínimo ruido a pesar de los tacos de sus botas. Ni siquiera tuvo que tocar la puerta al final de la escalera. Lo único que quedaba de ella eran la cerradura con su candado y las bisagras. La humedad se había encargado de deshacerla.
Ahora entraban en una habitación amplia, toda de piedra. A la derecha asientos de piedra y un par de velas. A la izquierda, 4 ataúdes de piedra.Finalmente la soltó, aunque ya había perdido la conciencia. La puso dentro de uno de los ataúdes vacíos, y volvió a poner la pesada tapa sobre ella. Subió rápidamente, tapó el agujero en la hoguera y se fue a su propio escondite...
la verdad es q esta lesera sigue pero ni a mi me gusto, asi q no la voy a poner aki...